Bueno, por mi parte seguí cleteando con Sang con dirección a Bolivia. Íbamos llenos de alegría y ansiedad de cruzar la frontera. Me sentía físicamente muy bien y estaba seguro de que me esperaría una aventura increíble.
Después de avanzar unos 45 kms nos dimos cuenta de que nos habíamos desviado de la ruta original ¡¡Estábamos PERDIDOS!! Después de pasar un caserío enorme en medio del Salar de Chiguana nos encontramos con dos viejitos con los que apenas nos pudimos comunicar con señas. Estábamos lejos del pueblo en el que íbamos a alojar y si bien la ruta nos servía de todas formas, era más larga. Entre la angustia y la desesperación de estar perdidos decidimos devolvernos hasta nuestra ruta original…después de un rato nos arrepentimos y nos volvimos al mismo camino de la confusión. Con tanto ir y venir sobre exigí tanto mi cuerpo que me costó caro al día siguiente ¡Tenía un dolor de rodilla tan fuerte que no podía caminar! Con un esfuerzo enorme llegué pedaleando a San Juan, en ese momento Sang decidió continuar el camino solo. Yo en cambio me quedé ahí, también solo en medio de pampa a 3700 msnm, sin mucha agua, sin mucha comida, sin carpa, con frío y dolor.
Creo que fue en ese momento cuando me di cuenta de donde estaba y lo que me había dispuesto hacer. Puedo decir que me tocó por fin la soledad del desierto, el frío que congela, el calor que quema la piel, la desesperación por el correr el tiempo, las limitaciones de mí cuerpo y el dinero.
Después de dos días intentando hacer dedo para llegar a Uyuni me acogió una familia que sin preguntar mi nombre me dio cama y comida. Cuando le pregunté que cómo podía agradecerle, simplemente me dijo “tú eres humano y yo igual, entre humanos debemos ayudarnos”
¡La vida es HERMOSA!
Al día siguiente un camión que compra quinua por muchísimos pueblos, que ni siquiera aparecen en el mapa, se ofreció a acercarme lo más posible a Uyuni. Ellos se encargaron de mi alimentación durante todo el viaje y me enseñaron sobre su cultura y el cultivo de los diferentes tipos de quinua.
Después de dos días intentando hacer dedo para llegar a Uyuni me acogió una familia que sin preguntar mi nombre me dio cama y comida. Cuando le pregunté que cómo podía agradecerle, simplemente me dijo “tú eres humano y yo igual, entre humanos debemos ayudarnos”
¡La vida es HERMOSA!
Al día siguiente un camión que compra quinua por muchísimos pueblos, que ni siquiera aparecen en el mapa, se ofreció a acercarme lo más posible a Uyuni. Ellos se encargaron de mi alimentación durante todo el viaje y me enseñaron sobre su cultura y el cultivo de los diferentes tipos de quinua.
Aquí iba junto con la bici y quinua. |
¡En dos días avanzamos sólo 40 km! Como vieron que se demorarían mucho me recomendaron tomar una “flota” -bus en Bolivia- para que llegara más rápido. Así que al llegar a Río Grande tomé uno.
La inmensidad de la naturaleza emociona, el camino hacia Uyuni me hizo llorar, no sé si de felicidad, pena, nostalgia, alegría, ¿¡De estar vivo!? Pienso en todo lo que me ha dado la vida y sé que tengo mucha suerte. Pensé en mi familia, en mis amigos, en los ríos que secaron las mineras, en los pueblos que ya no existen y en la gente que me ayudó sin conocerme, también en el bloqueador que se me olvidó y en la piel que me ardía, en el frío y en el amanecer. Pienso que en lloré como un marica ¡Y en que simplemente amo estar vivo!
La inmensidad de la naturaleza emociona, el camino hacia Uyuni me hizo llorar, no sé si de felicidad, pena, nostalgia, alegría, ¿¡De estar vivo!? Pienso en todo lo que me ha dado la vida y sé que tengo mucha suerte. Pensé en mi familia, en mis amigos, en los ríos que secaron las mineras, en los pueblos que ya no existen y en la gente que me ayudó sin conocerme, también en el bloqueador que se me olvidó y en la piel que me ardía, en el frío y en el amanecer. Pienso que en lloré como un marica ¡Y en que simplemente amo estar vivo!